Carta de mamá a Paula (En el día de las madres)

Para mi ser feliz ha sido un camino largo y difícil, durante mucho tiempo me sentí culpable pues realmente no habían grandes razones por las que yo no pudiera alcanzar la felicidad, pero simplemente parecía estar más allá de mis manos, como un fruto prohibido que solo puedes desear a lo lejos pero que jamás será tuyo.

Vaya, tampoco puedo decirte que toda mi vida fue miserable, claro que hubo grandes momentos felices, pero te hablo de la felicidad permanente, esa que se queda a pesar de las malas rachas y los momentos críticos. Te hablo de las columnas que te sostienen aun a pesar del mal tiempo, a mi cualquier airecito me tiraba al suelo y para volverme a levantar era un esfuerzo tremendo.

Habemos personas que viven con intensidad y si no aprendemos a manejar las emociones con cautela entonces podremos ser arrastrados por ellas y al final terminar como una jerga vieja de lava coches. Entonces se vuelve complicado ser feliz porque andas de un sentimiento a otro como montaña rusa sin entender muy bien cómo te sientes ¡ni te cuento cómo fue mi adolescencia!

Entonces hace ya muchos años comencé terapia, fui a una medio a fuerzas y a otra poco convencida hasta que llegué a donde tenía que llegar,  un recorrido largo, para nada fácil, llorar cada sesión, a veces parecía más una tortura que una sanación.

Poco a poco descubrí que no era la vida, que no era el mundo, que era yo quien tenía que cambiar. Como cuando vas al oculista y te pones los lentes por primera vez y dices ¡wow el mundo se ve tan diferente! ¡todo tiene más color! ¡todo tiene más detalles! y entonces el mundo cambia también. De repente te empiezan a pasar cosas buenas, resulta que te llevas mejor con la gente, sientes menos envidia y la gente ya no te asusta, te abres camino hacia allá donde parecía imposible llegar, la felicidad.

Después de un largo trayecto conoces entonces lo que es el amor, no la pasión ni el enamoramiento, no el amor que duele y desgarra, ese es pasajero y frágil; pero el verdadero amor el que cuesta trabajo, el que a veces te cae gordo y el defectuoso pero que te abraza por las noches, te apoya en tus proyectos, invierte en ti todo, confía, te escucha, te admira. Entonces ya no hay necesidad de andar en desmayos ni hacerle al drama, porque te sientes segura y cómoda. Pero no hay que confundirse, eso no lo sabes cuando te casas sino mucho tiempo después, te casas enamorado pero imbécil.

Y ya cuando pensabas que conocías de que se trataba la vida y te estás acercando a las dichas de la felicidad, aparece algo indescriptible, una sensación divina, si eras ateo te conviertes inmediatamente a cualquier religión porque esto no puede ser más que un milagro. Cuando naciste tu Paula, se me llenaron los días de cansancio, de confusión, de tolerancia y de desesperación pero solo de pensarte sonrío hasta las orejas, se me llena el corazón de luz y parezco un faro. Después de ti no me importa darlo todo, todo hasta la vida, mis noches de sueño, los bares, los cafés con las amigas, las películas en el cine, mi cintura y mis bikinis, el tiempo a solas, los viajes.

Porque cuando eres mamá conoces ahora sí de qué se trata todo esto, esto de venir al mundo ¿qué sentido tiene? Al mundo se viene a amar, a conocer el amor y darlo todo, morirse en el intento, desintegrarse cada partícula amando. Ese es el propósito de la vida, eso es lo que te hace feliz y eso me lo enseñaste tu, mi querida Paula.

Mis amigas blogueras y yo nos unimos para esta celebración, quédate a leer.

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